CERTERO EN SU LITERATURA, EXTRAVIADO EN SUS ELECCIONES POLÍTICAS. Julio Cortázar fue y sigue siendo una influencia fundamental en mi vida. Su candidez compite con su humor, con su capacidad de colarse por los intersticios de la vida, esas rajaduras, esos poros que hay siempre en la realidad y por los que escapamos a sus dictados de hierro. Cuenta Vargas Llosa cómo a Cortázar le dio un sarampión político tan agresivo que empezó a actuar como le decían y no como sentía. Fue víctima de su ingenuidad y su buena fe.
Ciertamente, vivíamos en Latinoamérica tiempos horrendos. Dictaduras militares sanguinarias. Tiranías opresivas. Y una generación de jóvenes rebeldes que pretendían asaltar el cielo. Julio no conoció las manipulaciones, las mentiras, los chantajes que indujeron esos arrestos y provocaron las subsiguientes matanzas. Sólo escuchó un solo lado de la campaña.
De ahí que sus opiniones, respetándolas, hay que colocarlas en contexto y entender que son verdades parciales. Pero no por parciales, dejan de ser verdades.
Hace poco volví a La llama y el hielo, el brillante libro de memorias de Plinio Apuleyo Mendoza y allí, de nuevo, se describía ese proceso de fanatización de Cortázar y cómo era manipulado por el gobierno cubano: au inteligencia, ducha en juegos de imaginación y recursos expresivos, era torpe en los pedestres retorcijos del poder. Eso no disminuye su grandeza literaria. Aquí, como en Pound, Neruda, Ridruejo, Carpentier, etc., tenemos que pasar por alto la ingenuidad política en unos o el oportunismo político, en otros, para apreciar su obra literaria. Su literatura no justifican sus desacertados juicios políticos ni sus obnubilaciones ideológicas. Estos tampoco rebajan su grandeza literaria. A esas distinciones nos llevó el siglo de los totalitarismos y la barbarie en masa:
http://www.scribd.com/doc/3901412/Rayuela-Julio-Cortazar-en-espanol
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